miércoles, 17 de septiembre de 2008

Donde la chela

Es así como la gente llama a una venta cercana a mi casa. Las ventas son pequeños lugares donde se venden cosas, pero que no llegan al nivel de las pulperías, que son el equivalente a los antiguos ultramarinos, ahora los chinos.

Descubrí este lugar cuando un día pregunté a uno de los vigilantes que trabajan guardando la casa de enfrente qué lugares había por allí para comer. Me indicó varios, uno de ellos era Donde la chela. Cuando me llevó por primera vez había un mostrador con un montón de comida, pizza, tacos, enchiladas, ... Todo con bastante mal aspecto, no inspiraba mucha confianza aquel apilamiento de comida.

Poco a poco me he formado una opinión de este lugar. Desde el primer día con aquella comida, que gritaba "cómeme si estás estreñido", los múltiples comentarios negativos vertidos por los vecinos, el comprobar que allí van a surtirse de guaro lijón los borrachos, a por memorables marcas como Caballito o La Perla, que se venden en botella de plástico, a 20 pesos la media botella.

Pero fue ayer, cuando a las 9:00 de la noche, y al estar todos los sitios de alrededor cerrados, me vi obligado a entrar Donde la chela. Quería algo de beber, un jugo o un fresco. Necesariamente embotellado y precintado, que asegurase que el embase era inviolable y no había pasado por las manos de la chela. Al entrar veo a tres hombres sentados, y más adentro, en un cuartucho que hay detrás, se veía a una mujer tumbada en una hamaca, con media barriga y con claros síntomas de embriaguez. No podía verle la cara, pero intuí que se trataba de ella, de la chela.